sábado, 15 de agosto de 2009

El horizonte.


Parecía que este quince de agosto no iba a llegar nunca. En menos de seis horas estaré tocando el mar, oliendo los recuerdos que guardo en esa playa desde que tenía cuatro años. No me tomes por una loca, pero yo te juro que el aire allí es diferente. El olor del salitre y del aftersun no es como el de cualquier otro sitio de la costa mediterránea, es distinto. Se mezcla con las flores de una casa blanca, con la risa de los niños que corren a mi lado, con las gaviotas que se acercan al puerto a las siete de la tarde, cuando vuelven las barcos cargados.

No me tomes por una loca, pero yo te juro que ahora mismo sólo quiero llevarte a un punto muy concreto de mi mapa.

Vamos al mar... vamos pedaleando contra el viento detrás de las olas*

martes, 11 de agosto de 2009

Saliendo del baño.


Por mucha rabia que me dé trabajar por la tarde, desde aquí agradezco a mi jefe la oportunidad de visitar a mediodía la exposición de Sorolla en el Prado y su posterior café y cigarro a las cuatro de la tarde, en una terraza tranquila y a la sombra de este verano interminable.

¡Gracias, Javier!

(Ana Laan - Mayo)

lunes, 10 de agosto de 2009

Consuma paz.


Veranear en Madrid no es tan malo, de verdad.

(Luis Felipe Barrio - El que te come las madalenas)

jueves, 6 de agosto de 2009

Cuando éramos cuatro.


A principios de agosto del año pasado inventamos una isla en medio de las montañas. La música venía desde el salón mientras nosotras fumábamos y reíamos sin parar en el borde de la piscina, y S. ponía la mesa para comer. Y hoy, viendo esas fotos, no puedo evitar sentirme felizmente melancólica.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Amuchedúmbrome en tu cama.


¡Qué apatía! No sé qué hacer aquí. He pasado unos días tan divertidos que ahora mismo todo me sabe a poco. No encuentro la postura en el sofá, ni en la cama, y si voy a la estantería de mis libros favoritos, no hay ninguno que consiga entretenerme. No reconozco el techo sobre mi cabeza, ni las vistas de mi ventana. Tampoco quiero salir a la calle: ni el aire acondicionado de un cine puede convencerme para dejar mi casa. No me apetece ver películas porque ya he vivido una, pequeña, blanca y calurosa.

Con las vistas de un Madrid lejano y un mar entre bosques, con el agua gélida de una piscina muy honda y el sol de la sierra, que me corta los labios si los mantengo mucho tiempo alejados de los tuyos

(Hibari Misora - La vie en rose)